El Estado del Vaticano es una unidad de negocios, fundamentalmente.
Como todo banco que se precie, ofrece, además, servicios como el de ser intermediario entre sus clientes y la divinidad.
Ahora bien, sugeriría al obispo de Roma que para incentivar los negocios, optmizar ganancias y estar exento de quebrantos designe al Paráclito como capo máximo. Ese seguro que no falla por sus excelentes contactos celestes.
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