viernes, 19 de noviembre de 2010

LOS CHEQUES VOLADORES DEL LEGISLADOR FALO

Comentario publicado en LA VOZ DEL INTERIOR

Corría la década del 20 (siglo pasado) y el checo Víctor Lustig vendió la torre Eiffel.

No una, sino dos veces. Y hasta embaucó al mismo Al Capone.

Fueron dos de sus más destacadas incursiones financieras. Por supuesto, ni él ni nadie concretaría tales hazañas si no contase con la credibilidad –por llamarlo elegantemente– de sus potenciales víctimas; aquí les llamaríamos electores.

Portaba estampa de gran señor, atildado, carismático, educado, canchero, entrador y con la paciencia necesaria para que los incautos pisasen el palito.

Por supuesto "...No hay tiento que no se corte/ni tiempo que no se acabe..."

Otro comentario:

Omití mencionarles como terminó el periplo público de mi ídolo de juventud: Víctor Custig. En la cárcel de máxima seguridad de Alcatraz, como le corresponde a todo estafador. Por lo menos así funcionó la justicia de los Estados Unidos de América.

No hay comentarios:

Publicar un comentario