Los argentinos oscilamos entre la adscripción a lo politicamente correcto y la disimulación en el discurso de nuestros más atávico y ultramontano menosprecio de género.
Quiero decir, los argentinos –género masculino– no terminamos de digerir que las mujeres disputen, y muchas veces con éxito, el supuesto predominio varonil en cualquier orden de los vínculos sociales.
Más simple: estamos emperrados de machismo estúpido.
Porque como dicen las letras de los tangos berretas: las minas fueron creadas para incomodarnos y para colmo debemos que soportarlas...
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